1. Siéntate.

Hazlo. YA.
Deja de temblar. No tienes ningún motivo para tener miedo.
Todavía.

Respira y cuenta conmigo hasta diez: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10.
Mejor, ¿verdad? Claro que sí. 

Vale, ya sé que te gustaría decirme cuatro cosas y dejar muy clara tu postura; yo no recibo órdenes de nadie, bla, bla, bla...  Pero dado que ni siquiera sabes quién soy o cómo me llamo, por qué estoy aquí o quién ha dejado esa cinta de vídeo en tu buzón, te propongo algo mejor: reconoce que no tienes ni idea de nada y déjate llevar.

Empieza por desempolvar el viejo reproductor de VHS que te llevaste, por si acaso, de casa de tu padres y enchúfalo. Te da una pereza enorme, lo sé, pero ¿es que no quieres saber qué hay en esa cinta? ¿Qué demonios te pasa? Venga, levántate y haz algo de provecho con tu vida.

¿Ves? No ha sido tan difícil, ¿a que no? Ahora solo tienes que introducir la cinta, coger el mando y... —no, ya te lo he dicho, no tienes por qué tener miedo—, presiona PLAY.


Pero qué cojones... ¿Qué...? ¿Cómo...? Te duele la cabeza. Te presionas las sienes con sendos dedos índices. Joder, no entiendes una mierda de lo que acabas de ver. Ni una puta mierda. ¿Quiénes son esos que salen en el vídeo? ¿Y la que hablaba? ¿Es la misma persona que ha venido hasta tu casa para dejártela? ¿Por qué? ¿Qué tienes tú de especial? Joder. ¿Qué le ha pasado? ¿Quién eran los que "ya venían"? Y lo más importante de todo, ¿qué se supone que tienes que hacer ahora? Suspiras.

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